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No hay fidelidad como la de ellos…

Estoy segura que Dios cuando hizo a los perros pensó en la forma de mostrar su fidelidad a través de ellos. Un perro siempre está allí, mostrando fidelidad y amor en el tiempo que esté a tu lado.No siempre fui amante de los perros, pero hubo uno que con su aptitud me robó el corazón. Recuerdo que mi esposo, cuando mi hijo mayor tenía 4 años me pidió que quería un perrito, pero yo en esa época era un ser muy egoísta y no quería que me quitaran algunas comodidades como una decoración en el departamento, aroma de velas de mi sala y muchos menos agregar a mi agenda una preocupación por una boca más a quien alimentar, bañar y cuidar.

Trabajaba mucho y un perro para mi era una carga.Tanto insistieron, que un día les dije, está bien adquieran un perro, pero que sea pequeño, se la lleve bien con los niños, no tenga tanto pelo y no ladre mucho. Mi esposo me dijo: – ¡tu lo que quieres es un peluche!. Sin embargo, ellos no desistieron, buscaron en google si existía alguna raza con esas características y les salió “Beagle”. Era un perro raro y costoso para ese tiempo, me quedé tranquila porque sabía que esa raza muy difícil para ellos poder comprarla y obtenerla. Para mi sorpresa, cerca de casa consiguieron un criadero de Beagles y le han dejado el perrito hasta para pagarlo por partes a un excelente precio, por lo tanto, mi peluche llegó a casa.

Al principio fue terrible, mi olor a flores de la sala empezó a cambiar y olía a perro, el perrito destrozó mis zapatos preferidos, la planta más querida y lo peor de todo fue cuando destrozó el arbolito de navidad de la casa. Recuerdo que luego de recoger la ultima bambalina del árbol, el perrito vomitó toda la sala con las partes que comió de los adornos de navidad.
Cabe destacar, que le dejé toda la carga del perro a mi esposo e hijo de 4 años, no colaboraba en nada porque esas fueron mis condiciones iniciales.

El perrito aprendió a hacer sus necesidades cuando lo sacaban y era muy obediente, pero como yo no colaboraba el peso era muy fuerte para mi esposo y en algunas ocasiones encontraba restos de sus necesidades fisiológicas en mi departamento. Lo que me obligó de decirle a mi esposo, tienes que escoger o el perro o yo.Finalmente el perrito tuvo que salir del departamento y fue a su nuevo hogar: “La casa de mi suegra”. Allí duró dos años, en ese tiempo puedo decirles que me pasaron muchas cosas personales que cambiaron mi forma de ser, me dí cuenta lo egoista y temperamental que era con mi familia, creo que maduré para bien.

Recibimos una llamada de la abuela diciendo que ya no podía cuidar del perrito, porque su salud no estaba bien, mi esposo todo temeroso me dice si puede volver, yo le dije que no había problema y que ahora yo iba a colaborar. Mi hijo mayor ya tenia seis años y era otra mano que podía apoyar.

Al volver nuestro perro Hunter al departamento, tenía miedo de que hubiese olvidado su entrenamiento para no hacer sus necesidades fisiológicas dentro de nuestro hogar. Para sorpresa lo recordó, él estaba feliz, porque mi hijo y mi esposo lo trataban como uno más de la familia. Cuando me correspondía sacarlo, Hunter era muy cariñoso conmigo y fiel, me cuidaba y no recordaba que por mi culpa tuvo que irse de ser tratado como uno más de la familia a ser tratado de forma diferente. Recuerdo que un día le pedí perdón y sus ojos grandotes me veían como si me dijeron te perdono.

Luego, puedo decirles que Hunter fue un gran compañero, cuando me recuperé de una operación de columna, muy delicada, él estuvo siempre al lado de mi cama pendiente de mí y me ayudó en las terapias donde me mandaban a caminar, fue mi compañero para subir montañas y un gran compañero para mis hijos que le amaban y jugaban constantemente con él.Puede decirles con propiedad que pude vivir lo que es la fidelidad de los perros y es cierto el dicho que dice “más fiel que un perro”.

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